jueves, 15 de mayo de 2025

Maestros(as) en tiempos de ruido: un homenaje al arte de educar

Educar, en el contexto contemporáneo, trasciende la mera transmisión de contenidos. Es una práctica ética, política y profundamente humana. Significa sostener el sentido, la escucha y el vínculo en una época que corre a toda velocidad, marcada por la inmediatez, la fragmentación y la tecnificación de casi todo lo que nos rodea. Enseñar no es solo explicar, es acompañar,  sembrar presencia y  cultivar esperanza.


Estamos inmersos en lo que algunos llaman "la tercera explosión del conocimiento". Donde  hay datos por todos lados, plataformas, algoritmos y pantallas. Y sin embargo, también hay vacio existencial, aislamiento emocional, desconexión profunda. En medio de ese ruido, el(la) Maestro(a) aparece como un puente: entre el saber y el Ser, como quien recuerda que aprender es una experiencia que necesita tiempo, paciencia, Amor y Valentía.


Educar, en los tiempos actuales implica  acompañar desde la humanidad,  significa ver al estudiante como una historia en construcción; ver  más allá del cuaderno, del informe, del examen. Es atender los gestos, los silencios, las preguntas que aún no se atreven a formularse. Sí,  educar también puede ser una forma de espiritualidad no porque hable de religiones, sino porque toca el alma. Porque es una forma de cuidado profundo, de vínculo real. En un mundo que privilegia lo rápido, lo útil, lo productivo, enseñar con conciencia es un gesto casi revolucionario. Es resistir desde la ternura, desde la coherencia, desde la intención.


Cada clase es un acto de fe en el otro, un acto de confianza, una apuesta silenciosa por lo que todavía no es, pero podría llegar a ser. Enseñar es  sanar;  sanar heridas del sistema, del abandono, de las expectativas frustradas. Es atreverse a mirar con amor incluso cuando hay cansancio. 


 Educar es  abrazar la incertidumbre, saber que no hay recetas, que no todo se puede planear, que muchas veces lo importante ocurre fuera del cronograma, en una pregunta inesperada, en la conversación al final de la clase,  es abrir grietas  en un sistema que muchas veces aplasta. Es habilitar la pregunta cuando todo quiere imponer respuestas. Es confiar en el proceso cuando se exige inmediatez. Es acompañar sin perderse. Enseñar sin dejar de aprender.


Gracias por acompañar procesos. Por poner cuerpo, voz y alma. Por hacer del aula un refugio, un laboratorio, una trinchera y una casa. Gracias por hacer visibles a quienes otros olvidan. Por apostar a lo posible incluso cuando todo parece imposible. 


Feliz día, Maestros(as). Que su luz siga irradiando, incluso cuando parezca que nadie la ve. Que su fuego interior no se apague. Que el sentido de esta tarea tan noble los abrace y los sostenga.


"Enseñar, al final, es sembrar humanidad. Y esa, quizá, sea la más hermosa de todas las revoluciones"

 



Con afecto 

 

Servir para Trascender

Miguel Vladimir Rodriguez Aguirre


1 comentario:

  1. Felicidades Hijo, eres el ejemplo de lo que es Ser maestro,vas sembrando en el corazón y en la mente de tus alumnos el amor al aprendizaje y vas dejando huella en cada uno. Me Gustó la frase “ es una apuesta silenciosa de lo que todavía no es, pero podría llegar a ser” en horabuena hijo, Dios te siga llenando de sabiduría

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