En los últimos años, la forma en que vivimos ha cambiado de manera vertiginosa. La manera en que concebimos e interactuamos en sociedad es muy diferente a la de hace apenas 10 o 15 años. Sin duda, el desarrollo de las tecnologías, las redes sociales y, recientemente, la inteligencia artificial, han contribuido significativamente a que estos cambios sucedan cada vez con mayor rapidez.
Estos cambios, en teoría, deberían mejorar nuestra calidad de vida. Sin embargo, hemos visto surgir un fenómeno preocupante: el vacío existencial. Este vacío es una epidemia silenciosa que se está convirtiendo en uno de los grandes malestares de nuestra época. Las cifras crecientes de enfermedades mentales, depresión y suicidio son solo la punta del iceberg de una realidad que, aunque incómoda, no podemos seguir ignorando.
En México, las estadísticas publicadas por el INEGI en 2023 nos muestran un panorama desalentador: las muertes por suicidio han aumentado considerablemente en los últimos años. Entre 2017 y 2022, la tasa de suicidios pasó de 5.3 a 6.3 por cada 100,000 habitantes. Este incremento coincide con la pandemia, un período en el que nos vimos obligados a aislarnos y a enfrentar pérdidas y cambios profundos, tanto personales como sociales.
Uno de los datos más inquietantes es que, aunque las mujeres reportan niveles más altos de depresión, la tasa de suicidio es mucho mayor entre los hombres. Especialmente entre los 25 y 29 años, los hombres recurren al suicidio como una salida a una realidad que les resulta insostenible. Esto plantea una pregunta urgente: ¿por qué tantos de nuestros jóvenes no encuentran una razón suficiente para seguir viviendo?
El vacío existencial se manifiesta como la incapacidad de encontrar un sentido a la vida. En una sociedad que promueve el éxito material, la fama y la apariencia como los valores más importantes, muchos jóvenes crecen creyendo que su valía depende de cuánto tienen, cuántos seguidores acumulan o qué tan perfecta parece su vida ante los demás. Vivimos en una constante sobreestimulación de la imagen y del ego, un "mírame y escúchame" que deja poco espacio para el desarrollo de una identidad profunda y genuina.
El doctor Dewey afirmó que el impulso más profundo del Ser humano es el deseo de sentirse importante. Todos queremos pertenecer, ser parte de algo significativo. Sin embargo, la aprobación que antes encontrábamos en la familia o en pequeñas comunidades ahora se ha trasladado a las redes sociales, donde la validación se mide en "me gusta" y comentarios efímeros. El problema surge cuando esa aprobación no llega o no es suficiente, y entonces muchos se sienten perdidos, sin sentido, sin razón de ser.
Ante esta crisis, la educación tiene un rol crucial. Tradicionalmente, la escuela nos ha enseñado conocimientos y habilidades para desenvolvernos en la sociedad. Pero hoy, eso no es suficiente. Necesitamos una educación que también ayude a nuestros niños y jóvenes a conocerse a sí mismos, a encontrar un significado propio que vaya más allá de lo material. Nadie puede enseñar a otro sobre su interior; sin embargo, podemos abrir puertas y ofrecer herramientas que permitan a cada quien explorar su propio camino, por ello es importante reconocer que somos seres multidimensionales: tenemos una dimensión física, que está sometida a las leyes de la biología; una dimensión del pensamiento, donde nuestra mente siempre busca respuestas y significado; y una dimensión emocional, que nos impulsa a buscar pertenencia y reconocimiento. Cuando no ayudamos a nuestros jóvenes a encontrar un sentido para su existencia, corremos el riesgo de que se sientan vacíos, perdidos, deprimidos y, en el peor de los casos, que decidan que no vale la pena seguir adelante.
Es momento de reflexionar los mensajes que como sociedad transmitimos y sobre cómo podemos contribuir a crear una cultura que valore el Ser por encima de la posición de bienes, poder y estatus. Debemos fomentar una búsqueda genuina de sentido existencial, un acompañamiento empático y una aceptación incondicional de quienes nos rodean. Solo así podremos empezar a llenar esos vacíos existenciales y construir una sociedad más consciente y feliz.
Te invito a reflexionar sobre el vacío existencial. Tal vez tú, o alguien cercano, lo haya experimentado. Ser empáticos y apoyar desde la comprensión puede ser un primer paso hacia una solución que todos necesitamos.
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