sábado, 28 de junio de 2025

La Sagrada Curiosidad

 —¿Qué es más importante: la pregunta o la respuesta? —preguntó el Maestro con voz profunda y seria.

Nadie respondió. Entonces el Maestro prosiguió:

—¿Qué prefieres: preguntas sin respuesta o respuestas sin preguntas? He aquí el dilema humano de todos los tiempos: solemos elegir la respuesta cómoda, muchas veces carente de sentido, pero que satisface al ego y a la configuración de la mente, antes que el cuestionamiento, que exige reconocer el no saber para emprender la búsqueda y la construcción de nuevos horizontes del saber.

La pregunta es el cimiento del conocimiento y la semilla de la genialidad. Bien lo recordó Albert Einstein en una entrevista que William Hermanns le hizo en Princeton entre 1943 y 1954, recopilada años después en el libro Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man (Branden Publishing, 1983, p. 138):

«No pienses en por qué preguntas; simplemente no dejes de preguntar.
No te preocupes por lo que no puedas responder y no intentes explicar lo que no sepas. La curiosidad es su propia razón. ¿Acaso no te sobrecoge contemplar los misterios de la eternidad, de la vida, de la maravillosa estructura detrás de la realidad? Y este es el milagro de la mente humana: usar sus construcciones, conceptos y fórmulas como instrumentos para explicar lo que el hombre ve, siente y toca.
Intenta comprender un poco más cada día. Ten una curiosidad sagrada».
—Albert Einstein

Cuida esa curiosidad sagrada en tu pensamiento: cuestiónate, duda, no te cases con ninguna idea. Busca flexibilizar tu sistema de creencias; desconfía incluso de estas palabras, pero jamás dudes de ti ni del sagrado don divino de cuestionar y cuestionarte.

El verdadero Maestro no impone respuestas a preguntas no formuladas; en su lugar, cuestiona, reflexiona y simplemente muestra el camino. Nos corresponde a cada uno decidir tomarlo y recorrerlo.


Con afecto 

 

Servir para Trascender

Miguel Vladimir Rodriguez Aguirre

  

 

sábado, 24 de mayo de 2025

La identidad perdida

Con gusto te saludarte y agradecer la oportunidad de volvernos a encontrar. Hoy quiero compartir contigo una reflexión que me ronda el alma desde hace tiempo.

No es secreto para nadie que vivimos en la era de la inmediatez, la validación constante y las apariencias. En este mundo, la verdad incómoda ha sido poco a poco desplazada por la mentira fácil, esa que mucha veces  se disfraza de consuelo, que evita el conflicto y nos ofrece una falsa sensación de seguridad. Pero, te has preguntado ¿qué precio estamos pagando por esta comodidad? ¿En qué momento dejamos de ser dueños de nuestro pensamiento? ¿Cuándo empezamos a repetir sin cuestionar y a conformarnos con la superficie?

La esencia humana, esa chispa única  de conciencia, de moral y autorreflexión  parece apagarse poco a poco. Hemos dejado cuestionar la percepción que tenemos de la realidad  empezando por nuestros propios pensamientos y paradigmas,¿Por qué pienso lo que pienso?  ¿Por qué veo este hecho desde este punto de vista? ¿Tengo razón o solo busco validar mis creencias?. Hemos normalizado  a adoptar creencias prefabricadas, heredadas o impuestas como propias, debido a que construir una visión personal requiere tiempo, esfuerzo, recursos, incomodidad y valentía. Al hacerlo, nos hemos alejado de nuestra capacidad de vivir con autenticidad.

Y no, esto no es casualidad las redes sociales, los discursos dominantes, los algoritmos que nos muestran siempre lo mismo y un sistema educativo cada vez más politizado nos empujan hacia un pensamiento predecible, cómodo y  polarizado. Aunque en apariencia abunda la diversidad de opiniones, muchas de estas ideas responden a los mismos intereses y provienen de las mismas fuentes. El pensamiento crítico verdadero, ese que desafía, transforma y a veces incomoda, parece cada vez más escaso.

Entonces, ¿qué hemos ganado? acaso ¿comodidad?, ¿paz? ¿prosperidad?, ¿aceptación social?; sin embargo nos hemos perdido en el camino. Hemos olvidado la Bendita oportunidad de ser nosotros mismos, bien lo decía el Ralph Waldo Emerson "Ser uno mismo en un mundo que no quiere que lo seas, es el mayor de los logros". Recuperar el pensamiento propio no es tarea sencilla, requiere de atención, silencio,  introspección, y  confrontación; pero sobre  todo  exige coraje para afrontar todo lo que implica el pensar diferente, para  buscar cercanos a esa utopia humana llamada  "coherencia".

Buscar recuperar nuestra autenticidad es un acto profundamente espiritual, ya que para hacerlo necesitamos   reconectarnos con nuestra voz interior, con la intuición que sabe sin necesidad de demostrar nada, y la vez es necesario  desconectarnos del ruido externo para volver a nuestro centro, es decir a nuestra esencial. 

En estos tiempos, necesitamos recordar que no estamos aquí para complacer ni para encajar, sino para crecer, para aprender, para vivir  y para lograr Ser; y  aunque la verdad incomode, aunque duela y nos sacuda, también libera. Y sólo cuando nos atrevemos a mirar más allá de lo popular y lo fácil, podemos reencontrarnos con lo correcto, lo auténtico, lo profundamente humano.

Hoy quiero invitarte a hacer una pausa. A desconectarte del ruido y a escucharte en silencio. Pregúntate: ¿Qué ideas repito sin haberlas pensado? ¿Qué verdades he ocultado por miedo? ¿Cuántas veces he preferido la comodidad sobre la verdad? ¿Dónde está mi esencia y qué necesito hacer para recuperarla?

El mundo no necesita más copias, necesita almas despiertas. Porque cuando una persona despierta, inspira a muchas más. Y quizás, solo quizás, ahí comience el verdadero cambio.


Con afecto 

 

Servir para Trascender

Miguel Vladimir Rodriguez Aguirre

 

jueves, 15 de mayo de 2025

Maestros(as) en tiempos de ruido: un homenaje al arte de educar

Educar, en el contexto contemporáneo, trasciende la mera transmisión de contenidos. Es una práctica ética, política y profundamente humana. Significa sostener el sentido, la escucha y el vínculo en una época que corre a toda velocidad, marcada por la inmediatez, la fragmentación y la tecnificación de casi todo lo que nos rodea. Enseñar no es solo explicar, es acompañar,  sembrar presencia y  cultivar esperanza.


Estamos inmersos en lo que algunos llaman "la tercera explosión del conocimiento". Donde  hay datos por todos lados, plataformas, algoritmos y pantallas. Y sin embargo, también hay vacio existencial, aislamiento emocional, desconexión profunda. En medio de ese ruido, el(la) Maestro(a) aparece como un puente: entre el saber y el Ser, como quien recuerda que aprender es una experiencia que necesita tiempo, paciencia, Amor y Valentía.


Educar, en los tiempos actuales implica  acompañar desde la humanidad,  significa ver al estudiante como una historia en construcción; ver  más allá del cuaderno, del informe, del examen. Es atender los gestos, los silencios, las preguntas que aún no se atreven a formularse. Sí,  educar también puede ser una forma de espiritualidad no porque hable de religiones, sino porque toca el alma. Porque es una forma de cuidado profundo, de vínculo real. En un mundo que privilegia lo rápido, lo útil, lo productivo, enseñar con conciencia es un gesto casi revolucionario. Es resistir desde la ternura, desde la coherencia, desde la intención.


Cada clase es un acto de fe en el otro, un acto de confianza, una apuesta silenciosa por lo que todavía no es, pero podría llegar a ser. Enseñar es  sanar;  sanar heridas del sistema, del abandono, de las expectativas frustradas. Es atreverse a mirar con amor incluso cuando hay cansancio. 


 Educar es  abrazar la incertidumbre, saber que no hay recetas, que no todo se puede planear, que muchas veces lo importante ocurre fuera del cronograma, en una pregunta inesperada, en la conversación al final de la clase,  es abrir grietas  en un sistema que muchas veces aplasta. Es habilitar la pregunta cuando todo quiere imponer respuestas. Es confiar en el proceso cuando se exige inmediatez. Es acompañar sin perderse. Enseñar sin dejar de aprender.


Gracias por acompañar procesos. Por poner cuerpo, voz y alma. Por hacer del aula un refugio, un laboratorio, una trinchera y una casa. Gracias por hacer visibles a quienes otros olvidan. Por apostar a lo posible incluso cuando todo parece imposible. 


Feliz día, Maestros(as). Que su luz siga irradiando, incluso cuando parezca que nadie la ve. Que su fuego interior no se apague. Que el sentido de esta tarea tan noble los abrace y los sostenga.


"Enseñar, al final, es sembrar humanidad. Y esa, quizá, sea la más hermosa de todas las revoluciones"

 



Con afecto 

 

Servir para Trascender

Miguel Vladimir Rodriguez Aguirre


viernes, 9 de mayo de 2025

Y Dios creó a la Madre: la encarnación del Amor Divino

  

Hay historias que no están escritas en los libros, sino en el susurro de lo eterno. Cuenta el Maestro que, en un momento sagrado del tiempo, cuando el mundo aún buscaba comprender el verdadero significado del Amor, Dios quiso ofrecer una imagen viva de su esencia más pura. Así fue como nació la Madre.


En su infinita sabiduría, Dios moldeó un cuerpo único. No era un cuerpo cualquiera, sino un santuario sagrado donde la vida tendría su génesis. Una semilla, apenas un suspiro, hallaría en ella la tierra fértil para crecer, latir, y florecer. Hizo de su vientre un universo 


Pero no era suficiente con crear vida. Dios deseaba algo más profundo: un amor que no pidiera nada a cambio, que supiera esperar, que abrazara incluso en el dolor. Entonces, la bendijo con un amor desinteresado, tan inmenso que sería capaz de sanar con una caricia, de iluminar con una palabra, de sostener con solo estar.


Le concedió una inteligencia aguda, pero también un misterioso sexto sentido. Un don sutil para percibir las angustias que no se dicen, para anticiparse a las lágrimas antes de que caigan. Las madres, dijo Dios, sabrán ver con los ojos del alma.


Sabía que proteger la vida sería tarea ardua. Por eso la dotó de una valentía feroz, de una fuerza implacable, de una energía que no conoce límites cuando se trata de cuidar a los suyos. Las madres —pensó— moverán mares, cruzarán tormentas y levantarán montañas por amor.


Finalmente, le encomendó la misión más delicada: ser el pilar cuando todo tiembla. Ser el consuelo cuando hay miedo. Ser la voz serena en medio del caos. Dios sabía que, en los días oscuros, los hijos volverían a su abrazo buscando refugio, y ella siempre estaría ahí: firme, presente, incansable.

 

Y así, en ese acto sagrado de creación, Dios regaló al mundo una de sus obras más sublimes: la Madre. No es perfecta, porque no se le pidió serlo. Es humana, pero también divina en su entrega, en su amor y en su presencia.

Hoy, al recordarlas, no solo celebramos a quienes nos dieron la vida, sino a quienes nos enseñan, cada día, lo que significa amar sin medida. Que cada abrazo de madre nos recuerde que, tal vez, Dios todavía nos habla… a través de ellas en su presencia y en su recuerdo. 


Con afecto 

 

Servir para Trascender

Miguel Vladimir Rodriguez Aguirre


sábado, 26 de abril de 2025

El espejo interno de nuestra realidad

 “Nadie ve el mundo como es; todos lo vemos según lo que somos” Stephen R.  Covey

 

Cada personalidad es única e irrepetible  desde el momento en que nacemos, comenzamos a construir una interpretación muy particular del mundo. Nuestras experiencias, creencias, paradigmas  valores, carácter y heridas moldean la forma en que percibimos la realidad, de tal manera que en esencia no vemos a las personas ni a los hechos  tal y como son, sino a través del lente de nuestras expectativas, miedos y deseos. Un mismo hecho puede ser vivido de maneras completamente diferentes por dos personas o mas personas. ¿Por qué? La razón radica en que  no reaccionamos ante lo que sucede, sino ante la interpretación que hacemos de de lo que nos pasa.

 

¿Cuántas veces hemos sentido que alguien fue “injusto” contigo, solo para descubrir después que quizás no había tal intención? ¿O tal vez te hemos admirando en otros(as) cualidades que secretamente anhelas desarrollar en ti mismo(a)?

 

 

Una de las máximas de algunas filosofías orientales radica en el concepto de que “Nuestro mundo exterior es una proyección de nuestro mundo interior”. Aceptar esta realidad puede ser profundamente liberador. Ya que deja de ser necesario cambiar a otros o controlar el entorno para sentirnos en paz. El verdadero trabajo comienza en nosotros mismos. Cada emoción que surge, cada juicio que emitimos, cada admiración que sentimos es una señal y a la vez un llamado al autoconocimiento.

 

Cuando alguien nos irrita profundamente, ¿qué parte de nosotros está reaccionando? Cuando alguien nos inspira, ¿qué sueño olvidado nos está recordando? La vida, entonces, se transforma en un espacio continuo de aprendizaje y crecimiento.

 

Reconocernos en los demás no significa justificar acciones dañinas ni perder nuestra capacidad crítica, sino desarrollar una mirada más compasiva, tanto hacia los demás como hacia nosotros mismos.

Si quieres cambiar tu mundo, empieza por preguntarte ¿Por qué reaccionas de una determinada manera ante una situación especifica?  o ¿Por qué piensas lo que piensas? Las siguientes preguntas pueden guiarte en tu reflexión

 

• ¿Desde qué emociones y creencias estoy mirando esta situación?

• ¿Qué historias internas me están coloreando esta experiencia?

• ¿Qué me está mostrando esto de mí mismo que aún no he sanado o fortalecido?

 

El trabajo interior, aunque desafiante, es infinitamente más poderoso que cualquier intento de cambiar el exterior. Al limpiar nuestros propios lentes, cultivando la empatía, el autoconocimiento y la humildad, empezamos a ver la vida con nuevos ojos: menos duros, más comprensivos y auténticos.

 

Hoy te invito a preguntarte: ¿qué parte de ti se refleja en lo que ves a tu alrededor? La próxima vez que te enfrentes a una situación desafiante o a una emoción intensa, haz una pausa y mira adentro antes de reaccionar. Recuerda: no vemos las cosas como son, sino de acuerdo al significado que les hemos dado. En esa comprensión radica uno de los secretos más profundos de la transformación personal.

 

 



Con afecto 

 

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Miguel Vladimir Rodriguez Aguirre

viernes, 18 de abril de 2025

“Hemos cambiado el amor por el deseo, la paz por la intriga y a Dios por el ego.” Parte III

Hoy concluimos con la tercera parte de esta trilogía de reflexiones, centrándonos ahora en uno de los conceptos más complejos, controvertidos y conflictivos. Por ello, considero importante advertir que las siguientes líneas no tienen como objetivo cuestionar ni invalidar ningún dogma ni credo; sin embargo, las ideas aquí planteadas podrían, en algún momento, entrar en tensión con sistemas de creencias religiosas establecidas. Si no deseas ir más allá, este texto probablemente no sea para ti, y te sugiero que detengas aquí la lectura. Pero si, por el contrario, eres un buscador, quizás estos párrafos te den algunas pistas para continuar tu camino.


“Dentro de nuestra limitada percepción, hemos hecho a Dios a nuestra imagen y semejanza.”


Para intentar comprender el concepto de Dios, debemos partir de un acto de sincera humildad: reconocer los límites de nuestro pensamiento humano. Nuestra lógica y nuestro razonamiento jamás podrán abarcar ni comprender plenamente a DIOS. Solo podemos aproximarnos ligeramente y obtener pequeñas nociones. Esto es fundamental, porque nunca tendremos verdades absolutas sobre este misterio; únicamente vislumbres.


Esto me recuerda una enseñanza del Maestro: “Buscar entender a Dios con el intelecto es como querer meter el océano en una cubeta: solo podrás verter una mínima cantidad de agua, la cual tomará la forma del recipiente que la contenga; sin embargo, esa agua no es el océano, ni tiene la forma del océano, y aun así, esa agua viene del océano y forma parte de él.”


Este acto de sincera humildad no es cómodo para nuestro razonamiento, no le gusta a nuestro ego, que cree tener el control de la vida y las circunstancias. La búsqueda de Dios ha perdido su atractivo en una sociedad inundada por el culto a la personalidad, la posesión y el poder. En un mundo donde el “yo” se ha convertido en protagonista absoluto, corremos el riesgo de alimentar un ego que ya no busca sentido, sino validación. Las redes sociales, la cultura del consumo, la obsesión por la imagen y el éxito individual refuerzan esta dinámica. Nos enseñan, muchas veces sin decirlo, que nuestro valor depende de cuántos nos ven, nos admiran, nos siguen.


Y cuando el ego ocupa el trono, el alma se queda sin altar. No porque esté mal querernos o reconocernos, sino porque olvidamos algo más grande: la comunidad, el misterio, el silencio, aquello que no se puede controlar ni monetizar.


Dios no es algo que esté fuera ni lejos de ti… sin embargo, solo mostrará la forma que tu conciencia quiera darle y tendrás solo la “verdad” que estás preparado para recibir.



 

 

 Con afecto 

 

Servir para Trascender

Miguel Vladimir Rodriguez Aguirre



  

viernes, 4 de abril de 2025

“Hemos cambiado el amor por el deseo, la paz por la intriga y a Dios por el ego.” Parte II




"El Maestro Sonríe, por la Paz que vive en Él, su experiencia le permite ver más allá de la apariencia engañosa, la palabra hueca o la acción mal intencionada, puede percibir la condición humana en sus semejantes, sus miedos, deseos, frustraciones, contradicciones y potencialidades"
.

Con el gusto de volver a contactar contigo, continuamos hoy con la segunda entrega de esta trilogía de publicaciones. Después de haber reflexionado sobre el amor, en esta ocasión nos detenemos ante otra palabra esencial, muchas veces olvidada o malinterpretada: la Paz.


Pero, ¿qué es realmente la Paz?

El Diccionario de la Real Academia Española la describe como la ausencia de conflictos entre países o personas, como armonía o estado de quietud. Y aunque estas definiciones no son incorrectas, apenas rozan la superficie de un concepto mucho más amplio, más profundo… más humano.


Para muchos, la Paz parece un ideal lejano, un estado reservado para personas mayores, filósofos retirados o religiosos contemplativos. Incluso puede parecer aburrida, como si vivir en paz implicara dejar de sentir pasión o dejar de involucrarse con el mundo.


Pero esa es una gran confusión.


La Paz no es ausencia de conflicto, es presencia de concienciaLa Paz verdadera no es una evasión ni una comodidad estéril,  es una fuerza serena, una lucidez que abraza, una certeza silenciosa. No se trata de que todo afuera esté en calma, sino de que uno haya encontrado un centro estable desde donde vivirY es que, cuando perdemos ese centro, reemplazamos la paz por la intriga. La intriga es el ruido del ego, la constante sospecha, la necesidad de defendernos, de controlar, de aparentar. Es la mente inquieta que no encuentra descanso porque ha perdido el contacto con el alma. La paz no nace del privilegio, sino de la comprensión. 


Vivimos tiempos de hiperconexión y de sobreinformación, pero también de profunda desconexión con lo esencial. Cambiamos la introspección por la opinión, la contemplación por el entretenimiento constante. Nos dejamos arrastrar por la intriga del día a día: lo que el otro dijo, lo que no respondió, lo que podríamos perder, lo que aún no conseguimos, y  sin darnos cuenta, le entregamos nuestra paz a nuestros miedos y expectativas. Dejamos que nuestra tranquilidad dependa del humor de otros, de los resultados, del reconocimiento, de la validación ajena.

 

Pero la paz verdadera no se encuentra afuera, se revela adentro.

Y no, no es una utopía, ni un cliché

Basta mirar la historia de la humanidad: desde tiempos antiguos, la paz ha sido un anhelo profundo del ser humano. La hemos invocado de múltiples formas: “Que la paz esté contigo”, “Ve en paz”, “En paz descanse”. Frases comunes, sí, pero cargadas de una aspiración espiritual: la búsqueda de una armonía que trasciende el conflicto, una reconciliación con la vida, con la muerte, con el otro, con nosotros mismos.

Tal vez el gran desafío no es encontrar la paz, sino recordarla.
Recordar que ya la conocimos y que l está en nosotros como una semilla esperando espacio, silencio, cuidado.


Te dejo unas preguntas para reflexionar

  • ¿Qué significado tiene para ti la palabra “paz”?
  • ¿Vives desde la paz o desde la intriga?
  • ¿Qué pensamientos, emociones o hábitos te alejan de tu centro?
  • ¿Qué podrías hacer hoy para cultivar un poco más de serenidad en tu vida?



El Maestro sonríe…
Y tú, ¿puedes hacerlo también?

No porque todo esté bien, sino porque estás en camino de volver a ti.
Ahí, justo ahí, comienza la verdadera Paz.


"Donde hay Fé hay Amor, donde hay Amor hay Paz, donde hay Paz esta Dios y donde esta Dios no falta"




Con afecto 

 

Servir para Trascender

Miguel Vladimir Rodriguez Aguirre

La Sagrada Curiosidad

  —¿Qué es más importante: la pregunta o la respuesta? —preguntó el Maestro con voz profunda y seria. Nadie respondió. Entonces el Maestro p...