sábado, 26 de abril de 2025

El espejo interno de nuestra realidad

 “Nadie ve el mundo como es; todos lo vemos según lo que somos” Stephen R.  Covey

 

Cada personalidad es única e irrepetible  desde el momento en que nacemos, comenzamos a construir una interpretación muy particular del mundo. Nuestras experiencias, creencias, paradigmas  valores, carácter y heridas moldean la forma en que percibimos la realidad, de tal manera que en esencia no vemos a las personas ni a los hechos  tal y como son, sino a través del lente de nuestras expectativas, miedos y deseos. Un mismo hecho puede ser vivido de maneras completamente diferentes por dos personas o mas personas. ¿Por qué? La razón radica en que  no reaccionamos ante lo que sucede, sino ante la interpretación que hacemos de de lo que nos pasa.

 

¿Cuántas veces hemos sentido que alguien fue “injusto” contigo, solo para descubrir después que quizás no había tal intención? ¿O tal vez te hemos admirando en otros(as) cualidades que secretamente anhelas desarrollar en ti mismo(a)?

 

 

Una de las máximas de algunas filosofías orientales radica en el concepto de que “Nuestro mundo exterior es una proyección de nuestro mundo interior”. Aceptar esta realidad puede ser profundamente liberador. Ya que deja de ser necesario cambiar a otros o controlar el entorno para sentirnos en paz. El verdadero trabajo comienza en nosotros mismos. Cada emoción que surge, cada juicio que emitimos, cada admiración que sentimos es una señal y a la vez un llamado al autoconocimiento.

 

Cuando alguien nos irrita profundamente, ¿qué parte de nosotros está reaccionando? Cuando alguien nos inspira, ¿qué sueño olvidado nos está recordando? La vida, entonces, se transforma en un espacio continuo de aprendizaje y crecimiento.

 

Reconocernos en los demás no significa justificar acciones dañinas ni perder nuestra capacidad crítica, sino desarrollar una mirada más compasiva, tanto hacia los demás como hacia nosotros mismos.

Si quieres cambiar tu mundo, empieza por preguntarte ¿Por qué reaccionas de una determinada manera ante una situación especifica?  o ¿Por qué piensas lo que piensas? Las siguientes preguntas pueden guiarte en tu reflexión

 

• ¿Desde qué emociones y creencias estoy mirando esta situación?

• ¿Qué historias internas me están coloreando esta experiencia?

• ¿Qué me está mostrando esto de mí mismo que aún no he sanado o fortalecido?

 

El trabajo interior, aunque desafiante, es infinitamente más poderoso que cualquier intento de cambiar el exterior. Al limpiar nuestros propios lentes, cultivando la empatía, el autoconocimiento y la humildad, empezamos a ver la vida con nuevos ojos: menos duros, más comprensivos y auténticos.

 

Hoy te invito a preguntarte: ¿qué parte de ti se refleja en lo que ves a tu alrededor? La próxima vez que te enfrentes a una situación desafiante o a una emoción intensa, haz una pausa y mira adentro antes de reaccionar. Recuerda: no vemos las cosas como son, sino de acuerdo al significado que les hemos dado. En esa comprensión radica uno de los secretos más profundos de la transformación personal.

 

 



Con afecto 

 

Servir para Trascender

Miguel Vladimir Rodriguez Aguirre

viernes, 18 de abril de 2025

“Hemos cambiado el amor por el deseo, la paz por la intriga y a Dios por el ego.” Parte III

Hoy concluimos con la tercera parte de esta trilogía de reflexiones, centrándonos ahora en uno de los conceptos más complejos, controvertidos y conflictivos. Por ello, considero importante advertir que las siguientes líneas no tienen como objetivo cuestionar ni invalidar ningún dogma ni credo; sin embargo, las ideas aquí planteadas podrían, en algún momento, entrar en tensión con sistemas de creencias religiosas establecidas. Si no deseas ir más allá, este texto probablemente no sea para ti, y te sugiero que detengas aquí la lectura. Pero si, por el contrario, eres un buscador, quizás estos párrafos te den algunas pistas para continuar tu camino.


“Dentro de nuestra limitada percepción, hemos hecho a Dios a nuestra imagen y semejanza.”


Para intentar comprender el concepto de Dios, debemos partir de un acto de sincera humildad: reconocer los límites de nuestro pensamiento humano. Nuestra lógica y nuestro razonamiento jamás podrán abarcar ni comprender plenamente a DIOS. Solo podemos aproximarnos ligeramente y obtener pequeñas nociones. Esto es fundamental, porque nunca tendremos verdades absolutas sobre este misterio; únicamente vislumbres.


Esto me recuerda una enseñanza del Maestro: “Buscar entender a Dios con el intelecto es como querer meter el océano en una cubeta: solo podrás verter una mínima cantidad de agua, la cual tomará la forma del recipiente que la contenga; sin embargo, esa agua no es el océano, ni tiene la forma del océano, y aun así, esa agua viene del océano y forma parte de él.”


Este acto de sincera humildad no es cómodo para nuestro razonamiento, no le gusta a nuestro ego, que cree tener el control de la vida y las circunstancias. La búsqueda de Dios ha perdido su atractivo en una sociedad inundada por el culto a la personalidad, la posesión y el poder. En un mundo donde el “yo” se ha convertido en protagonista absoluto, corremos el riesgo de alimentar un ego que ya no busca sentido, sino validación. Las redes sociales, la cultura del consumo, la obsesión por la imagen y el éxito individual refuerzan esta dinámica. Nos enseñan, muchas veces sin decirlo, que nuestro valor depende de cuántos nos ven, nos admiran, nos siguen.


Y cuando el ego ocupa el trono, el alma se queda sin altar. No porque esté mal querernos o reconocernos, sino porque olvidamos algo más grande: la comunidad, el misterio, el silencio, aquello que no se puede controlar ni monetizar.


Dios no es algo que esté fuera ni lejos de ti… sin embargo, solo mostrará la forma que tu conciencia quiera darle y tendrás solo la “verdad” que estás preparado para recibir.



 

 

 Con afecto 

 

Servir para Trascender

Miguel Vladimir Rodriguez Aguirre



  

viernes, 4 de abril de 2025

“Hemos cambiado el amor por el deseo, la paz por la intriga y a Dios por el ego.” Parte II




"El Maestro Sonríe, por la Paz que vive en Él, su experiencia le permite ver más allá de la apariencia engañosa, la palabra hueca o la acción mal intencionada, puede percibir la condición humana en sus semejantes, sus miedos, deseos, frustraciones, contradicciones y potencialidades"
.

Con el gusto de volver a contactar contigo, continuamos hoy con la segunda entrega de esta trilogía de publicaciones. Después de haber reflexionado sobre el amor, en esta ocasión nos detenemos ante otra palabra esencial, muchas veces olvidada o malinterpretada: la Paz.


Pero, ¿qué es realmente la Paz?

El Diccionario de la Real Academia Española la describe como la ausencia de conflictos entre países o personas, como armonía o estado de quietud. Y aunque estas definiciones no son incorrectas, apenas rozan la superficie de un concepto mucho más amplio, más profundo… más humano.


Para muchos, la Paz parece un ideal lejano, un estado reservado para personas mayores, filósofos retirados o religiosos contemplativos. Incluso puede parecer aburrida, como si vivir en paz implicara dejar de sentir pasión o dejar de involucrarse con el mundo.


Pero esa es una gran confusión.


La Paz no es ausencia de conflicto, es presencia de concienciaLa Paz verdadera no es una evasión ni una comodidad estéril,  es una fuerza serena, una lucidez que abraza, una certeza silenciosa. No se trata de que todo afuera esté en calma, sino de que uno haya encontrado un centro estable desde donde vivirY es que, cuando perdemos ese centro, reemplazamos la paz por la intriga. La intriga es el ruido del ego, la constante sospecha, la necesidad de defendernos, de controlar, de aparentar. Es la mente inquieta que no encuentra descanso porque ha perdido el contacto con el alma. La paz no nace del privilegio, sino de la comprensión. 


Vivimos tiempos de hiperconexión y de sobreinformación, pero también de profunda desconexión con lo esencial. Cambiamos la introspección por la opinión, la contemplación por el entretenimiento constante. Nos dejamos arrastrar por la intriga del día a día: lo que el otro dijo, lo que no respondió, lo que podríamos perder, lo que aún no conseguimos, y  sin darnos cuenta, le entregamos nuestra paz a nuestros miedos y expectativas. Dejamos que nuestra tranquilidad dependa del humor de otros, de los resultados, del reconocimiento, de la validación ajena.

 

Pero la paz verdadera no se encuentra afuera, se revela adentro.

Y no, no es una utopía, ni un cliché

Basta mirar la historia de la humanidad: desde tiempos antiguos, la paz ha sido un anhelo profundo del ser humano. La hemos invocado de múltiples formas: “Que la paz esté contigo”, “Ve en paz”, “En paz descanse”. Frases comunes, sí, pero cargadas de una aspiración espiritual: la búsqueda de una armonía que trasciende el conflicto, una reconciliación con la vida, con la muerte, con el otro, con nosotros mismos.

Tal vez el gran desafío no es encontrar la paz, sino recordarla.
Recordar que ya la conocimos y que l está en nosotros como una semilla esperando espacio, silencio, cuidado.


Te dejo unas preguntas para reflexionar

  • ¿Qué significado tiene para ti la palabra “paz”?
  • ¿Vives desde la paz o desde la intriga?
  • ¿Qué pensamientos, emociones o hábitos te alejan de tu centro?
  • ¿Qué podrías hacer hoy para cultivar un poco más de serenidad en tu vida?



El Maestro sonríe…
Y tú, ¿puedes hacerlo también?

No porque todo esté bien, sino porque estás en camino de volver a ti.
Ahí, justo ahí, comienza la verdadera Paz.


"Donde hay Fé hay Amor, donde hay Amor hay Paz, donde hay Paz esta Dios y donde esta Dios no falta"




Con afecto 

 

Servir para Trascender

Miguel Vladimir Rodriguez Aguirre

La Sagrada Curiosidad

  —¿Qué es más importante: la pregunta o la respuesta? —preguntó el Maestro con voz profunda y seria. Nadie respondió. Entonces el Maestro p...